Etiqueta para niños – 1

Etiqueta para niños - 1
Todo padre desea una exquisita educación de sus hijos pero, como bien conversaba con mi madre hace unos días, no existe una escuela para padres y, aunque se tenga las mejores intenciones, siempre se cometen errores.
Son interminables los aspectos que un padre debe tomar en cuenta en la educación de un niño y es una ardua labor para nada sencilla. Por eso hoy iniciamos una serie de artículos donde tocaremos algunos puntos sobre educación social que pueden servir de guía para refrescar, reconocer y reforzar ese complejo trabajo que tienen los padres con sus hijos.
Lo que transfieren los padres
 
Es bueno saber que la etiqueta implica dos conceptos: las normas de comportamiento (que se derivan de la experiencia de los buenos hábitos) y la vivencia de un sentido común práctico, el cual es transmitido por nuestros padres y el desenvolvimiento social que tengamos. Esto no quiere decir que es necesario proceder de una élite o esfera social privilegiada o depender del dinero que se tenga. Me he encontrado, en el transcurso de mi corta vida, a seres privilegiadamente educados, los cuales han adquirido su exquisitez en medio de una atmósfera de valores, honestidad y buenos modales, inculcados desde su niñez.
La etiqueta se fundamenta en el comportamiento
 
La etiqueta no es simplemente “imagen”, cómo vestir o cómo nos vemos externamente, yo diría que cuando hablamos de etiqueta es más una forma de ser. Y precisamente hablando de la forma de ser de las personas, la infancia juega un papel importante en ese desarrollo emocional, síquico y social. Por eso, en esta serie de etiqueta para niños, tocaré temas que tienen que ver con la formación del carácter, autoestima, valores y liderazgo que son las bases principales de la educación social y que son las premisas que utilizo en mis talleres de etiqueta para niños que se enfocan, precisamente, en la formación de la personalidad.
Entender que los regalos tienen una función
 
Este punto hubiese quedado mejor escribirlo antes de Navidad, aunque nunca es tarde para explicarlo, sobre todo, en estos días ya que sirve para darnos cuenta si estamos regalando correctamente o exagerando. Existe una norma de Psicología, más que de Etiqueta, que sugiere la regla de los 4 regalos. Comprar una cantidad cualquiera de regalos diversos a los niños, sin saber y de forma aleatoria, tiene un impacto negativo en su desarrollo emocional y desarrolla tendencias en la personalidad del niño que, como padres, es seguro que no quieren alimentarlas.
Me permito compartir parte de un artículo que leí en el Rincón de la Psicología de Jennifer Delgado, que me pareció interesante y educativo para evitar lo que se ha bautizado como el “Síndrome del Niño Hiperregalado”, titulado: «Demasiados juguetes anestesian a los niños.»
¿Qué es?
 
Este problema, según el artículo, hace alusión al intento de los padres a compensar con juguetes el poco tiempo que pasan con sus hijos. Como resultado, se produce una “anestesia emocional”, el niño se vuelve caprichoso, egoísta y consumista. Está más preocupado por vanagloriarse delante de sus amigos y compañeros del colegio de la cantidad de regalos que recibieron.
 
De hecho, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes, más que en su calidad, también desvela un desconocimiento de los padres de las necesidades de sus hijos. Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño pero éstos tienen una función precisa y, bajo ningún concepto, pueden ser un sustituto de la atención y el cariño que deben propiciar los padres.
En este sentido, un exceso de juguetes provoca en los niños:
1. Una sobreestimulación. Cuando los niños reciben muchos regalos, no disfrutan de ninguno en especial, o se decantan por el regalo que más les ha gustado, obviando el resto. El exceso de estímulos simplemente les sobrepasa, por lo que muchos de esos regalos terminarán tirados en un rincón. Cuando el niño recibe más juguetes de los que son capaces de jugar, no puede concentrarse en cada uno, por lo que no les saca el máximo provecho.
2. Pérdida de la ilusión. El exceso de regalos puede hacer que el niño desarrolle una apatía total. Cuando el niño está acostumbrado a recibir muchos presentes, considera que es una obligación de los padres, y pierde la ilusión que normalmente implica recibir un regalo y descubrir su contenido. Por tanto, de cierta forma, en vez de embellecer su infancia, le estamos robando una de las emociones más bonitas.
3. Bajo nivel de tolerancia a la frustración. Los padres que le dan a sus hijos todo lo que desean, sin explicarles el sacrificio que se esconde detrás de cada regalo, contribuyen a generar una actitud egocéntrica, de forma que los niños no aprenden a lidiar con los reveses y la frustación, una capacidad esencial para la vida.
 
4. Limita la fantasía. El exceso de juguetes termina provocando aburrimiento y mata la fantasía. De hecho, aunque los niños necesitan juguetes para desarrollar tanto sus habilidades motoras como cognitivas, no podemos olvidar que también se puede jugar sin juguetes, y es precisamente en esos momentos, cuando no hay un guión preestablecido, cuando más se desarrolla la creatividad.
 
5. Desarrolla antivalores. Cuando los niños reciben demasiados juguetes o regalos, les restan valor, no comprenden en su verdadera magnitud el esfuerzo que probablemente han tenido que hacer los padres. Como resultado, pueden desarrollar actitudes consumistas y profundamente egoístas.
 
La regla de los 4 regalos
La solución no es hacer que los niños prescindan de los regalos, sino obsequiarles menos presentes, que realmente puedan disfrutar durante el mayor tiempo posible. Para lograrlo, puedes seguir la regla de los 4 regalos:
1. Un regalo que pueda ponerse, como las prendas de ropa, los zapatos o accesorios similares.
2. Un regalo relacionado con la lectura, ya se trate de un libro en papel o un e-reader.
3. Un regalo que deseen mucho, dirigido a alimentar la ilusión.
4. Un regalo de cualquier índole que realmente necesite.
Extracto del artículo del Rincón de la Psicología de Jennifer Delgado.